Los hábitos alimentarios son costumbres muy arraigadas, muchas de ellas adquiridas durante la infancia. Algunos son saludables, como empezar el día con un desayuno, y en cambio otros son todo lo contrario, como ingerir más cantidad de la necesaria. En cualquier caso, por antiguo que sea un hábito, siempre se puede modificar.
Acabar con los malos hábitos alimentarios no solo implica dejar de picar entre horas; también requiere enfocar nuestra dieta hacia una alimentación más sana, y esto no siempre es fácil.
Errores a evitar
Consumir alimentos saludables que no nos gustan
Una de las principales razones que hacen que la implementación de una dieta saludable fracase es la elección de alimentos que no nos gustan, convirtiendo el proceso de cambio de hábito en una imposición obligada.
Son muchos los alimentos con aportaciones nutricionales parecidas. Por eso, elegir aquellos que sean más apetitosos para nuestro paladar facilitará el proceso de adaptación.
Asimismo, un cambio radical de alimentación de un día para otro tiene pocas probabilidades de éxito. Por contra, acostumbrar poco a poco nuestro paladar a nuevos sabores, camuflando aquellos alimentos que sean menos apetecibles, hace más exitosa la transición hacia una alimentación más saludable.
Prescindir de una planificación
El efecto saciante tarda 20 minutos en llegar al cerebro; esto implica que, si hay comida al alcance, las probabilidades de ingerir más cantidad de la necesaria para satisfacer el apetito aumentan; sobre todo si se come muy deprisa.
Planificar y preparar los menús con antelación evita que se consuma de más y facilita que los platos elegidos sean más saludables. Sin una planificación previa, existen más posibilidades de saciar el apetito picando cualquier alimento del frigorífico.
Esperar resultados inmediatos
Nuestro cuerpo necesita un tiempo para adaptarse al cambio hacia una alimentación más sana. Eliminar ciertos alimentos de golpe puede generar estrés, aumentando las posibilidades de desistir a la hora de implementar el nuevo hábito.
Para alcanzar nuestro objetivo es más recomendable marcar pequeñas metas y premiarse al superarlas, que no pretender llevar a cabo un cambio radical de alimentación.
Cómo mejorar nuestros hábitos alimentarios
Según los CDC (Communicable Disease Center), organización perteneciente al Departamento de Salud y Servicios Humanos del Gobierno de Estados Unidos, para mejorar los hábitos de alimentación de una manera permanente es recomendable seguir un enfoque basado en la reflexión, la sustitución y el refuerzo.
- Reflexionar sobre todos los propios hábitos alimentarios (buenos y malos), y determinar qué situaciones desencadenan en comer de manera poco saludable.
- Sustituir los hábitos menos saludables por otros de mejores.
- Reforzar los nuevos hábitos alimentarios.
Para llevar a cabo este enfoque se recomienda:
Elaborar una lista de los hábitos alimentarios
En forma de diario, anotar momentos, sentimientos, alimentos, cantidades ingeridas y reacciones durante algunos días.
Detectar patrones de alimentación poco saludables
Llevar este control facilita detectar los hábitos poco saludables, como comer demasiado deprisa, saltarse comidas o comer sin hambre.
Identificar factores desencadenantes
Este control y detección de hábitos poco saludables permite identificar qué factores los desencadenan para poder eliminarlos -cambiar de trayecto para evitar una pastelería o comer con la televisión apagada- y sustituir aquellos que no se puedan eliminar -sentarse más alejado de la comida en reuniones con refrigerios o comer alguna pieza de fruta antes de la reunión-.
Sustituir hábitos poco saludables por otros más saludables
Este control diario también permite detectar los malos hábitos en sí. Al tomar conciencia es más sencillo actuar para modificarlos, utilizando, por ejemplo, cubiertos más pequeños o alejándonos de la despensa cuando detectemos aburrimiento.
Reforzar los nuevos hábitos
Se requiere cierto tiempo para adquirir nuevos hábitos. En lugar de sentirnos mal o castigarnos, al detectar un mal hábito alimentario es importante preguntarse el motivo que hay detrás y siempre ser consciente que cualquier pequeño cambio a mejor ya es beneficioso para nuestra salud.
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